Bases sólidas, iniciativas que parten del rigor y de la experiencia que otros acumulan en el experimentalismo, en este caso Clemente Padín. Después: crear una actividad, defenderla, creer en ella. Más tarde: compartir, difundir, amar esta profesión. Así ocurren experiencias como las de este Día tan especial en algunos Centros Públicos de Andalucía. Muchos profesores y profesoras implicados, cada uno con sus vicisitudes, con los problemas cotidianos de la enseñanza, pero que dignifican su trabajo con esfuerzo, valentía, responsabilidad y creatividad.

En cada centro muchas historias detrás de cada acción: diversidad, trabajo cooperativo, solidario, defensa de la palabra frente a la negación de su fuerza transformadora, desde la ESO a Bachillerato, pasando por Planes de Acompañamiento, ComunicA, PMAR, enseñanzas semipresenciales, etc. Fuera del horario lectivo, arañando minutos a los huecos, esforzándose codo con codo para que el Día Mundial de la Poesía sirva para mostrar la utilidad de la misma en una sociedad que parece ir por otros derroteros.

Y, por último, la experiencia con el alumnado: extrañado primero, participativo y entusiasmado más tarde. Reconociendo que el azar y la magia se conjugan de manera misteriosa para descubrir nuevas formas de dotar de sentido a lo que parecía imposible: expresiones insólitas y maravillosas que aparecen y desaparecen según la perspectiva. Incluso hay lugar para un último e improvisado happening, tal y como Clemente Padín lo concebía en 1970 al presentar las Instrucciones de Acción Cero. La poesía debe ser hecha por todos.

El día se acaba, el círculo se cierra. La Poesía impone su criterio y así, como el que no quiere verlo, nacen textos interconectados (cada verso de abajo aparece en una Acción Cero de los distintos Centros Educativos que han participado):

Volar sin alas,

mover extrañas almas.

Amargo corazón del amante 

susurra fuerte para sentir menos miedo.

Sed de caos, 

efímero lugar:

imagina que nosotros somos humanidad.